
Hay un tipo de miedo que no grita, pero aprieta fuerte. No se nota por fuera, pero por dentro te detiene. Es el miedo que te calla, que no te deja levantar la mano en clase, que te paraliza justo cuando quieres decir lo que piensas. Ese miedo ha estado en mí muchas veces, y hoy quiero hablarte de él. No para mostrarte que ya lo vencí por completo, sino para decirte que estoy aprendiendo a soltarlo, paso a paso… y que tú también puedes.
¿Qué es ese miedo?
Para mí, el miedo es una pausa dolorosa. Una detención que sucede justo cuando estoy a punto de hacer algo que realmente deseo. Se siente como un impulso entre nerviosismo y dudas: ¿Y si lo hago bien? ¿Y si lo hago mal?
Pero al final, el cuerpo se queda quieto, la voz no sale, y yo me quedo ahí, sin hacer nada. Viendo cómo otros avanzan mientras yo pienso: “Yo también pude hacerlo…”
Lo que he perdido por callarme
He vivido muchos momentos en los que quería participar, opinar o incluso liderar… pero el miedo me ganó. Luego, vienen las felicitaciones para otros, los logros que no tomé, y el pensamiento repetitivo: “Yo pude estar ahí, pero no lo hice.”
Lo que realmente me detenía no era solo el miedo al qué dirán, sino la creencia interna de que yo no era suficiente. Dudaba si lo que iba a decir era correcto, si sonaría mal, si me equivocarían. Esa inseguridad me ha afectado en todos los aspectos de mi vida: en los estudios, en mis relaciones, en el trabajo, y hasta al intentar hacer nuevas amistades.
Estoy cambiando, aunque sea poco a poco
Sí, muchas veces digo: “ya voy a cambiar”, pero luego vuelvo a posponerlo. Sé que no soy la única que lo hace, y que esto también es parte del miedo: la procrastinación emocional.
Aun así, he empezado a implementar pequeñas estrategias. A veces me animo a saludar primero, a responder en clase, a escribir mis ideas en un cuaderno. Son pasos pequeños, pero reales. Sé que me falta mucho, pero estoy avanzando… a mi ritmo.
El consejo que me daría a mí misma
Me diría con amor y firmeza:
“Suelta el miedo. Deja la vergüenza. Tú puedes. Y es completamente humano equivocarse. No tienes que hacerlo perfecto, solo tienes que intentarlo. No te reprimas por temor a no ser suficiente. Eres tú quien importa. Tu voz también merece ser escuchada.”
A ti, que también callas por miedo
Si tú también has sentido que algo dentro de ti se apaga cuando vas a hablar, te entiendo. Si tus sueños están atrapados detrás de la vergüenza, no estás sola. Quiero decirte algo que también me digo a mí:
Deja el miedo atrás. Deja la vergüenza. Tus ideas son más importantes que tus temores. Puedes ayudar a muchas personas, pero primero debes darte permiso para empezar. No importa cuántas veces lo intentes. Importa que no te detengas.
¿Te has sentido alguna vez paralizada por el miedo? Me encantaría leerte en los comentarios o que compartas este artículo con alguien que necesita animarse. Y si quieres recibir más reflexiones reales como esta, suscríbete a mi blog PsicoRosa.